La cuarta Historieta Revólver, que cierra el Tomo 1 del mensuario lanzado por Primavera Revólver Casa Editorial, bajo análisis.
En apenas cuatro meses, el proyecto de una nueva revista nacional independiente, periódica, abierta y participativa, fue convirtiéndose en una grata realidad. A tal punto que sus gestores, Paula Varela (Buenos Aires, 1975) y Néstor Barrón (Buenos Aires, 1968), anunciaron en redes sociales la inminente buena nueva, el Tomo 2 de la publicación, compuesto por cuatro nuevos números que incorporarán al staff de Historieta Revólver grandes apellidos del medio, Carlos Trillo, Cacho Mandrafina, Robin Wood, Carlos Gómez, Eduardo Risso, Fernando Baldó, Salvador Sanz, y Aleta Vidal, entre otros. Ellos sumarán sus trabajos a partir de la quinta entrega de la antología mensual de 96 páginas en B/N que ahonda en varios géneros, con énfasis en las diferentes formas que adopta la aventura -de época, fantástica, actual y hasta superheroica-.
Sorteando los inconvenientes económicos y logísticos que supone una distribución de alcance nacional para un emprendimiento autogestionado, la propuesta fue consolidándose sobre la marcha, con presentaciones de cada nueva entrega en diferentes eventos, pero también tratando de ir a buscar sus lectores por fuera del circuito de negocios especializados, en los tradicionales puestos de diarios barriales, donde hasta no hace mucho estas publicaciones eran frecuentes y hoy son algo realmente atípico, problemas culturales y económicos mediante. Con una propuesta sustentada sobre dos grandes premisas, apostar a presentar buenas historias, tanto en unitarios como en series, primero, y desarrollar estas últimas a lo largo de un volumen -cuatro ejemplares-, que marca inicio y final de las mismas, después, el devaluado formato de revista de antología vuelve a tornarse viable e interesante.
En tal sentido, este primer ‘fin de ciclo’ supone un buen momento para realizar un balance que pase en limpio el camino recorrido. Detallan los editores que hasta el momento 24 artistas han presentado al público lector un total de 384 páginas de historieta; gran parte de este material, cabe destacar, permanecía inédito en nuestro país. Siete arcos argumentales, entre series y miniseries fueron desarrollados en forma completa. En el número dos había finalizado el relato entre costumbrista y fantástico ambientado en Bolivia titulado Miqala, de Chiara Marino y Sergio Ibáñez, y en el tres, la fantasía épica Mynydd Baddon, que transcurre en Inglaterra, a cargo de Lucía Fontaner y Marcelo Basile. También siete unitarios hubo entre el primer y tercer ejemplar, aportes de Horacio Lalia, Diego Pogonza, Ricardo Ferrari y Laura Gulino, Merlina y Ezequiel Rosingana, Esteban Calvi y Fer Gris.
Historieta recargada
Tal como suponíamos, la saga de Daimon, con guión de Barrón y dibujos del recordado Walther Taborda (Buenos Aires, 1965-2017) era apenas el arco inaugural de una interesante serie larga. El final de Crossroads, ambientado en la populosa ciudad de New Orleans, no obstante, arrojó algo de luz al respecto del fantástico origen del joven e influyente Michael Daimon y su enfrentamiento con la principal autoridad política local, el corrupto Alcalde y su secuaz-mano derecha, Miller. El capítulo de cierre, con veinticuatro páginas, concluye momentáneamente el conflicto a la vez que homenajea a la cuna del Blues y abre la puerta a lo que vendrá en este intenso relato, donde el misticismo y la magia se codean con el suspenso y la acción. Taborda despliega dinamismo desde la misma puesta en página, con un gran trabajo en el diseño de personajes -sean estos humanos o paranormales- y fondos.
El cuarto episodio del policial de época Ultimo acto, escrito por Gonzalo Duarte (Buenos Aires, 1986), con ilustraciones de Manuela Mauregui (Monte, 1991) consta de catorce páginas en las que se produce el esperado enfrentamiento entre el mago húngaro Antón, y el detective francés Carreau, en la Argentina de 1932. El célebre Luna Park fue escenario de la función que despidió del país al afamado ilusionista, con el público como testigo de la resolución al enigma del asesino de mujeres apodado por la prensa como ‘As de Picas’. El planteo y desarrollo de la trama estuvo bien ejecutado y el dibujo fue de menor a mayor, con un final algo predecible en torno a la identidad del villano y algunos subplots irresueltos que por ahí daban para más. Igual, el balance es más que positivo.
Si hubiese que catalogar de alguna manera a El Lado Bueno, miniserie íntegramente a cargo del historietista Sergio Carrera (Buenos Aires, 1980) -con aportes gráficos de David Peña– en el contexto de Historieta Revólver, el calificativo de ‘grata sorpresa’ le caería como anillo al dedo. Es que con apenas tres entregas, el creador de la tira humorística de la contratapa, Ser o no ser, demostró a propios y extraños su enorme talento como autor integral, con una trama que se mete de lleno con nuestra idiosincrasia nacional, puesto que refiere a la guerra por las Islas Malvinas. Con un estilo de dibujo realista que remite a Tony Harris, el artista que orientó su producción hacia el mercado americano, a excepción de la recomendable Buenos Aires Eterna –+iNfO, 2010-, maneja bien los tiempos argumentales para contar una historia personal chiquita, que se inscribe, de alguna manera, en la historia grande, dolorosa, de nuestro país.
Otro arco introductorio que se cierra es el de la serie furry Leomina, titulado Primera Cita, con una entrega compuesta por once páginas, escritas por Paula Varela y dibujadas por OsoZeth (Buenos Aires, 1978). En esta comedia fantástica ambientada en una Buenos Aires poblada de seres antropomórficos, la joven Olivia y su alter ego superheroico obtienen la victoria sobre el villano Luter, a la vez que surgen nuevos interrogantes sobre los orígenes de la popular heroína. El guión resuelve el conflicto central apelando a muchos lugares comunes; pese a la frescura de ciertos personajes de apoyo, nunca terminamos de darnos cuenta si lo que se intenta es una parodia de género o algo más. A favor, la faz gráfica, con un Salvatierra inspirado a la hora de dar a cada personaje su onda distintiva y gestualidad, con algo menos de solvencia a la hora de resolver fondos. Potencial para mejorar, sin dudas, hay.
El último unitario del serial Tokoyo Monogatari, con el que el promisorio tándem conformado por el guionista Gustavo Schimpp (Buenos Aires, 1966) y el dibujante Quique Alcatena (Buenos Aires, 1957) se despide de la reinterpretación de los mitos y leyendas oriundas de la tierra del sol naciente, lleva por título La más cruel venganza, relatando en trece páginas el enfrentamiento del valiente samurai Raiko con un gigante Oni de forma arácnida, por la vida de la hija de un tabernero, secuestrada para convertirse en su alimento. Al igual que el resto de los autoconclusivos, cercanos a las tradicionales fábulas de transmisión oral, los textos de Schimpp manejan una prosa despojada, minimalista, dejando al monumental arte de Alcatena el grueso de la labor narrativa, que cumple con creces. No cae duda que estos trabajos se ubican entre lo mejor que dejó el tomo 1 de la publicación.
Completan dos unitarios de tipo fantástico. El testigo y la prueba, escrito por Emma Leone y dibujado por Rodolfo Buscaglia, se compone de ocho páginas y narra el viaje iniciático de Sturla, un niño que vivió marginado en un poblado europeo del siglo XIII. Una excursión al bosque en busca de respuestas cambiará su destino en la vida. Buen relato, eficazmente dibujado, con una efectiva vuelta de tuerca hacia el final, a propósito de la mitología nórdica. Algo más irregular resulta Rumbo al oeste, diez páginas íntegramente a cargo de Diego Pogonza, que relatan una travesía marítima contemporánea de un expedicionario y su ayudante por el Océano Pacífico. El planteo argumental no es malo, pero por ahí exigía otro tipo de desarrollo; para centrarse en un diálogo entre apenas dos personajes, la extensión termina siendo demasiada. El arte luce algo más trabajado que el unitario del primer número.
Próximo objetivo
Nuevamente toca un aprobado, pulgar arriba, a la hora de calificar el material publicado. Sigue siendo dispar la calidad de los diversos trabajos, en parte esto se debe a las dificultades que supone presentar las historietas desde el formato de antología, pero también a una -sana- postura artística de los editores que pretenden que su revista se convierta en algo así como un semillero para los nuevos talentos que surgen en el medio, otorgándoles la enorme posibilidad de publicar sus obras en su país y codearse con creadores consagrados.
El respeto por el lector se observa en la elección de buenas historias y el compromiso a completarlas, manteniendo la periodicidad acordada, pero también en la atención a cuestiones puntuales que nivelaban para abajo y, felizmente, han sido corregidas para mejor. La unificación de una tipografía única para el letrado de las diferentes historietas, o el interés por la imagen y diseño de portada -los adelantos de las tapas del Tomo 2 suponen una gran mejoría desde lo visual, en estos aspectos-, haciendo que el todo sea mucho más que la suma de las partes. Ampliar la convocatoria a nuevos colaboradores y agregar páginas a color representa un inmenso plus, también.
Con todo, las cartas están sobre la mesa. Y es una buena mano. Si te gusta nuestro noveno arte, Historieta Revólver ofrece mensualmente, en comiquerías y quioscos, un interesante muestrario de unitarios, series y miniseries para todos los gustos. El esfuerzo merece tu apoyo. No te vas a arrepentir.
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